La estrategia fiscal podemos definirla como aquella que se implementa dentro de los márgenes de la ley, con objeto de optimizar la carga tributaria de una empresa o persona física, e incluso podríamos decir abiertamente que su objeto es disminuir el pago de impuestos de forma legal y eficiente, utilizando herramientas de planeación financiera para el adecuado manejo del flujo de efectivo, un programa de compras, un presupuesto de gastos e inversiones en activos, entre otros.
La Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos, sabiamente pronunció: “No existe nada siniestro en arreglar los asuntos propios a fin de mantener los impuestos tan bajos como sea posible.”
Aunque en otras latitudes se reconozca semejante validez a la estrategia fiscal, hoy en día ésta se entiende en muchas ocasiones como una actividad clandestina que implica la comisión de prácticas evasivas, algunas burdas, como la adquisición de facturas y otras más complejas, pero todas, al fin, fraudulentas.
Esta idea errónea de la planeación fiscal debe erradicarse. Aunque hay asesores que promueven dichas prácticas ilegales, la estrategia fiscal transparente es la herramienta que toda empresa debe utilizar para volver eficiente y responsable el cumplimiento de su obligación de contribuir al gasto público.
En suma, la estrategia fiscal es sinónimo de certidumbre en el cumplimiento de las obligaciones fiscales, con respeto a los principios de equidad y proporcionalidad tributaria.
En conclusión, si las empresas, y en general cualquier negocio en México, aspiran a prevalecer están obligadas a ejercer su derecho de pagar sus impuestos de forma inteligente y eficiente a través de una estrategia fiscal responsable.
Con el respaldo del derecho y de la mano de profesionales, garantizará su competitividad y continuidad como negocio en marcha, generando las fuentes de empleo que tanto se necesitan en nuestro país.